El papel de la educación va más allá de la preparación para el trabajo; debe cultivar igualmente el carácter moral, la compasión y el deber cívico de los estudiantes. Este ensayo sostiene que muchas instituciones de enseñanza superior no cumplen sus responsabilidades educativas. En lugar de producir individuos íntegros con sólidos principios éticos, capacidad de pensamiento crítico y aptitudes para el trabajo, algunas escuelas pueden sofocar inadvertidamente la creatividad y desalentar el debate abierto. El autor sugiere que un enfoque limitado a determinados puntos de vista ideológicos y un énfasis excesivo en las políticas de identidad pueden restringir la exposición de los alumnos a diversas perspectivas. En lugar de convertirse en expertos en razonamiento lógico, los alumnos se han vuelto competentes en el dañino pensamiento binario y el dualismo patológico, una mentalidad que probablemente conduzca a la miseria.
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